domingo, 17 de mayo de 2015

Maps to the Stars



Maps to the Stars (2014)
Cuando vemos mas de una vez algo que puede ser catalogado una "obra de arte", en cada ocasión solemos descubrir nuevos elementos, nuevos disparadores para el análisis de esa realidad o fantasía que se nos propone. Eso es lo que me sucedió con "Maps to the Stars", de David Cronenberg (estrenada en nuestro país como "Polvo de Estrellas"). La primera vez que la vi, si bien me satisfizo, sentí que había algo en la historia que faltaba cerrar, algo en general que quedaba en el tintero. Quizás ya me había acostumbrado a las algo más tradicionales en cuanto a narrativa "Promesas del Este", "Una historia violenta" y "Un método peligroso" del mismo director, cuando la obra en cuestión se acerca más en estilo a las ya clásicas "Videodrome" o "Crash". Cuando volví a verla, descubrí que el objetivo central de Cronenberg en esta película, mas que contar una historia, era expresar una alegoría sobre la banalización, el consumismo, la simplificación y superficialidad de la vida moderna occidental y su correspondiente espiral destructivo, todo mostrado, fiel al estilo del autor, mediante una polifonía de imágenes que in crescendo perturben al espectador. Y que mejor para ello que centrar la trama en el icono mismo de la quimera que se pretende mostrar, Hollywood.
No es casual que para dar vida a este guión Cronenberg haya filmado por primera vez en los Estados Unidos.
Tomando esa premisa como basamento, guionista y director optaron por brindar un aterrador festín de piromanía, incesto, sexo, violencia y hasta espiritismo que dejan sin aliento.




Una adolescente cuyo rostro luce cicatrices originadas por quemaduras, sus brazos cubiertos por largos guantes en todo momento (Mia Wasikowska, aterradora y encantadora en este papel), llega a Los Ángeles buscando, dice, "hacer las paces" con un oscuro pasado, nombrando en todo momento a luminarias de Hollywood como si fueran guías sobre el camino a seguir en la vida. Siempre entre inocente y perturbadora (tal vez la mezcla de matices mas  fascinante a la hora de mostrar la locura),  logra encontrar trabajo como asistente personal de Havanna Segrand (Julianne Moore), una actriz en decadencia obsesionada con interpretar el papel que décadas atrás encarno su madre, a quien a su vez acusa de haberla abusado sexualmente en su niñez.
Segrand encara una exótica terapia con el guru espiritual de las estrellas (Jhon Cussak), padre de un niño prodigio (Evan Bird) que con sus 12 años acaba de superar su primera rehabilitación de las drogas y que se encuentra ante la presión de mantener una franquicia cuyo primer titulo genero 200 millones de dolares.

En este mundo moralmente apocalíptico la gente vale por su juventud, dinero, fama, poder. No hay límites, hasta la muerte de un niño puede ser festejada y vista como un evento afortunado para conseguir un ansiado papel, y cualquier cuestionamiento ético o molesto fantasma puede ser apagado con un simple psicofármaco. No es extraño que ante tamaña locura cada tanto alguien, en un ataque de piromanía, prenda fuego una mansión o, por que no, surja un Charles Manson, que junto a sus acólitos provoque una masacre que deje marcas durante décadas en el colectivo social.

Difícil fue para Cronenberg encontrar un elenco de grandes figuras que estuvieran dispuestas a dar vida a estos retorcidos personajes. Muchos encontraban atractivo trabajar con este mítico director, y sobre todo tener la oportunidad de encarar el desafío interpretativo que se les proponía. Pero en la búsqueda de actores de renombre fue moneda corriente que los agentes pusieran el grito en el cielo buscando evitar que las estrellas corrieran el riesgo de ofender a las grandes productoras de ese Hollywood que les da de comer.

Es indudable que Julianne Moore es una de las mejores actrices de cine de su generación. Su carrera es un cumulo de decisiones acertadas, como la maternal estrella porno en Boggie Nights (1997), la hilarante artista plástica de El Gran Lebowski (1999), los recordados trabajos en Las Horas y Lejos del paraíso (los que le valieran la doble nominacion al Oscar del 2003), hasta la Sarah Palin que compuso en "Game Change". No tuvo miedo en aceptar la propuesta de Cronenberg de encarnar a Havanna Segrand, sin importar las escenas escatologicas o los tríos sexuales que debía interpretar en Maps to the Stars. Mas de una actriz de su rango pensó dos veces en su futuro en la meca del cine antes de aceptar el papel, pero el prestigio y el talento de los que goza Moore la suelen alejar de esos temores. Se trata de una interprete que pasa de una película de alto presupuesto como Hannibal, Los Juegos del Hambre, o Non Stop, a ya clásicos del cine independiente como Magnolia, Safe o Still Alice (por esta ultima recibió el Oscar este año). El esfuerzo valió la pena, porque su Havanna Segrand le valió la Palma de  Oro como mejor actriz en el Festival de Cannes del año pasado.
Moore en este papel sale de su zona de confort, que es el de interpretar de un modo introspectivo, sutil, medido, a mujeres vulnerables en situaciones de gran presión emocional, y aquí grita, baila, llora y chilla sus caprichos como una niña mimada que es capaz de todo para conseguir lo que desea. La escena del baile festejando la muerte del pequeño hijo de la actriz con la que disputa el papel que tanto ansia es muestra cabal del espíritu de su personaje.
Pero quien de modo descarado y sin pruritos muestra la cara real de este mundo caníbal al que nos sumerge Cronenberg es el Benjie Weiss que compone Evan Bird. Benjie pega siempre donde más duele cuando se dirige a la gente sin importar de quien se trate, y el concepto que tiene de el mismo tiene directa relación con el dinero que producen sus películasEsta en constante posición de batalla, todo el que se le acerca es un potencial agresor que quiere sacar algo de el, por eso ataca antes de que el otro avance. Por instantes muestra rasgos de humanidad y baja la guardia, en especial cuando se trata de sus padres o su hermana, pero en un parpadeo vuelve a armarse y propinar algún insulto desmedido. La primera escena de Benjie en la película lo muestra visitando a una niña que padece una extraña enfermedad terminal en la sangre, y sus palabras de apoyo consisten en explicarle como su ultima película genero cientos de millones de dolares, mandarle a comprar un Ipad (que claramente no llegara a tiempo), y hasta prometerle que hará una película sobre su corta y trágica vida (que claramente no hará). En otra escena se lo ve a este niño estrella rodeado de ejecutivos de Hollywood, interrogándolo acerca de su recuperación de las drogas y evaluando la conveniencia económica de continuar o no la franquicia que representa.  Benjie y su agente/madre (una siempre precisa y solvente Olivia Wilde), anchos de hombros, parecen salir airosos de la tensa reunión, pero la presión deja al niño vomitando en el baño y prometiéndose a si mismo que jamas volverá a ser humillado de esa manera.
Quien mas centrado se muestra es un chofer de limusinas con ansias de ser actor/escritor que espera paciente su oportunidad para entrar a un mundo tan atractivo de mansiones, contratos millonarios y luminarias de la pantalla, que interactúa con ellos y sin quererlo llega a desencadenar ciertos clímax de la trama. Este papel esta a cargo de Robert Pattinson, en su segunda colaboración de Cronenberg, y en su segunda escena de sexo en una limusina (en "Cosmopolis" con Juliette Binoche, en "Maps.." con Moore), que en definitiva fue de lo que mas se hablo en las ruedas de prensa en la presentación de la película en Cannes.
La culpa, en mayor o menor medida, llega como denominador común a atormentar a los personajes, ya sea mediante demonios del pasado o fantasmas y alucinaciones tan propios de los mundos que suele crear el director en cuestión.
Una Sunset Boulevard moderna pero con menos de thriller policial y mas de terror psicológico, un viaje al corazón de un Hollywood colmado de gente que busca alcanzar y aferrarse a la celebridad y escapar así de los fantasmas del pasado y del presente.





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