sábado, 28 de julio de 2012

Buena Gente



¿Todos somos buenos y malos en algún punto?
¿Qué es lo que determina que alguien sea "buena gente"?,
¿Se confunde la bondad con el ser políticamente correcto, con ser educado, con poner en práctica valores socialmente aceptados, con tener un caracter débil, con el ser afable?
¿Uno es bueno porque se lo propone, por mandato social, cultural religioso, o simplemente porque le nace serlo?

Creo que uno de los indicadores de que un texto de dramaturgia sea realmente bueno es que a uno lo deje lleno de reflexiones e interrogantes. Este es el caso de "Buena Gente" , la nueva puesta del talentoso director Claudio Tolcachir que se ofrece estos dias en el teatro Liceo.

"Se puede torcer el destino? Si hubieras tomado otra decision... que habría pasado?..." es el leit motiv de esta comedia dramática, una de las más aclamadas del teatro contemporáneo norteamericano, escrita por el ganador del premio Pulitzer David Lindsay - Abaire.

La trama cuenta la historia de Margarita (Mercedes Moran), para quien el cheque de este mes sirve solo para cubrir las cuentas pendientes del mes pasado, donde parece que las cosas solo pueden cambiar con un golpe de suerte en el bingo o la quiniela... y donde acaba de ser despedida una vez mas de su trabajo. A días de ser desalojada y buscando una salida, Margarita se fija en Juan (Gustavo Garzon), un viejo novio de juventud que logró dejar atras el humilde barrio de la infancia y que ahora es un médico de buen pasar económico, un amigo que no ve hace treinta años y que puede ser su pasaporte a una nueva oportunidad. A raiz de este reencuentro, salen a la luz no sólo historias ocultas en los arcones liberadores del tiempo y la lejanía, sino también resentimientos y cuestionamientos, y todo enmarcado por algo que aqueja a todas las sociedades sin importar lo avanzada o progresista que sea, los abismos económico-culturales que separan a las personas dependiendo su posición en la escala social. En el seno de este conflicto y de las situaciones límite que se les plantean, los personajes se cuestionan hasta donde obrar como debe hacerlo una persona que se considere a sí misma "buena gente" y hasta donde no.

Es incuestionable que Fernando Masllorens y Federico Gonzalez del Pino son ya íconos de la traducción y la adaptación de las obras de la dramaturgia extranjera para el mercado local, y aquí hacen gala de su oficio. Su trabajo para trasladar a nuestra idiosincracia la acción de una pieza que originalmente está ambientada en la vida de los suburbios de una ciudad norteamericana es impecable. Pareciera que el texto original hubiera sido escrito originalmente pensando en un barrio humilde de nuestra querida y enigmática Buenos Aires.

Teniendo en sus manos un texto rico y sólido, lleno de humor ácido y plagado de personajes irremediablemente humanos, Claudio Tolcachir (premio Konex, ACE, Maria Guerrero, Teatros del Mundo y Teatro XXI) ofrece una puesta muy interesante, donde tanto escenografia y actores se desplazan entre escena y escena de modo armónico, componiendo lugares, espacios y situaciones. Los actores están en todo momento conectados entre ellos y en ningún momento se ven abandonados por sus personajes, lo que denota un correcto trabajo de dirección. Esto aroja como resultado credibilidad de lo que esta sucediendo en escena.

La dirección de arte y diseño de escenografía, a cargo de Alberto Negrin (premio Konex de Platino al mejor escenografo de los últimos diez años), merece una mención especial. Los elementos con los que eficazmente se ambienta cada momento de la trama (un "todo por dos pesos", el humilde departamento de Margarita, el bingo donde los personajes sueñan con encontrar un giro a su suerte, la casa de country de Juan) aparecen desde cada rincón del escenario y hasta desde las bambalinas de modo sincronizado. Una de las primeras lecciones que una instrucción clásica de teatro brinda es que cada elemento escenográfico debe tener un sentido, debe ser utilizado de algún modo. Dicha lección aquí se cumple al pie de la letra. Cada uno de los elementos esta en ese lugar por algo.

En lo personal, no soy fanático del uso de pantallas e imágenes de fondo en teatro, pero aquí esta alternativa es utilizada de un modo innegablemente efectivo y hasta sutil.

Ya en lo que hace a las actuaciones, cada uno de los actores sale airoso en la composición de su personaje. Todos ellos estan muy bien elegidos para los papeles que componen, y eso es un acierto del casting. Claro que sobre Mercedes Moran recae el peso del protagónico, y no solo sale airosa en la composición de una mujer de vida sacrificada que carga con las decisiones que tomó en su vida y se cuestiona como obrar en una situación límite, sino que actúa de modo tal que permite que sus compañeros de escena se luzcan al encarnar a los personajes que interactuan con ella.

Veronica Llinás, Silvina Sabater y Gerardo Otero ofrecen sólidas interpretaciones como la exhuberante amiga, la casera y el jefe de Margarita, mientras que a Gustavo Garzon se lo ve muy a gusto en el papel de Juan, aquel amigo de la infancia que escapo de un pasado de pobreza que vuelve a chocarse con el de modo inesperado. Aun asi, el trabajo que merece ser destacado es el de Marina Bellati, quien compone a la joven esposa de Juan, quien nacio y vivio siempre en una posicion acomodada, y que, a traves de Margarita, conoce facetas de su marido que la sorprenden de modo no muy grato. Bellati hace su composicion alejada de cualquier estereotipo, maquieta o cliche, simplemente se sumerge en el mundo de una persona que vivio siempre en determinado medio sociocultural y se ve confundida ante un sorpresivo golpe de una realidad que le era ajena.
Todos los actores estan en todo momento inmersos en sus personajes y logran un grado de conexión necesario para recrear las situaciones disímiles que exige la trama.
En definitiva, se trata de una muy buena alternativa de nuestra cartelera porteña para reflexionar acerca de nuestra realidad, de nuestros preconceptos y de nuestras decisiones de vida.

Para culminar, en palabras del autor de la obra:
"Mi infancia fué en un barrio de clase baja. Pero un día recibí una beca en tercer grado para estudiar en una escuela privada de los suburbios. Esta oportunidad de estudio determinó un cambio en mi aparente destino. Fue así que todos los días tomaba solo el tren de ida y vuelta, y al pasar tiempo con mis nuevos compañeros mi acento fue cambiando, mutando, suavizándose. Pero lo curioso es que reaparecía inmediatamente cada vez que hablaba por teléfono con mi madre o con un familiar. De alguna forma, era como ser bilingue. Quise escribir "Buena Gente" recordando y siendo respetuoso a mis orígenes, pero también con todas sus ambiguedades". David Lindsay-Abaire.

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