viernes, 24 de julio de 2015

COMO QUIEN OYE LLOVER




Ficha técnico artística:
Autoría: Juan Pablo Geretto
Actúan: Juan Pablo Geretto
Maquillaje: Elena Sapino
Diseño de utileria: Piero Arsanto
Fotografía: Alejandra López
Asesoramiento de vestuario: Ana Sans
Producción general: Ana Sans
Coordinación artística: Chiqui González
Puesta en escena: Ana Sans
Dirección: Alejandra Ciurlanti, Juan Pablo Geretto
Sala: Paseo La Plaza (Av. Corrientes 1660)


El unipersonal es un género teatral complejo. Para el actor, porque sobre sus hombros recae toda la exposición, está en escena todo el tiempo, y no se puede permitir un segundo de respiro detrás del telón mientras dure la función; para el director, porque tiene que idear toda una puesta en función a un solo intérprete; y también para el público, porque a la hora de invertir en una entrada suele llamar más la atención la polifonía e imagen que propone un elenco numeroso. Y por esta complejidad y desafío se requiere, para que la obra "salga bien", nada mas ni nada menos que aquello tan difícil de definir porque simplemente se percibe, el talento. 

El talento, el "tener condiciones", sobre todo en la actuación, se pule, pero no se fabrica. Si está en algún lado, el trabajo serio con un buen docente lo puede sacar a la luz. Pero nada mas. Y se puede discutir hasta el hartazgo si alguien tiene talento o no; ahora, en el caso de Juan Pablo Geretto, sería difícil encontrar a alguien que lo ponga en duda.

"Como quien oye llover" fue estrenada por Geretto hace poco más de diez años, su segunda obra unipersonal como autor y actor, y en esta reposición lo encuentra en una altura de su carrera de gran afianzamiento, habiendo cosechado dos premios Estrella de Mar 2010-2011; Autor Nacional Argentores 2011; Fundación Konex 2011 y ACE 2012. En esta obra nos propone viajar al mundo femenino, tan misterioso y transparente a la vez, y a la visión que un niño tiene del mismo. "¿Cómo es posible aburrirse a los cuatro años?? Con el sol cayendo sobre los espinillos, un niño juega...". .. pasa el tiempo en su Gálvez natal, las observa mientras juega... "A mi no me lo contaron, yo las ví" dice Geretto se aleja de un personaje y prepara otro; y, para el placer de la audiencia, el actor crea, se transforma. 

Muchas veces sucede que uno ve a un actor consagrado interpretando a un personaje y, valga la redundancia, ve al actor "haciendo de...". Pero hay otras en que la excelencia interpretativa hace que el actor casi desaparezca y, en uno de esos momentos mágicos que puede llegar a lograr el teatro, aparece otra persona, otro ser con gestos, voz y movimientos propios. Geretto alcanza ese nivel cuando en su cuerpo entran y salen, casi de modo catártico, las tres criaturas que compone en esta obra.




Así, el niño se convierte en Ana María, "la otra", quien repite una y otra vez "no hay que quejarse" pero siempre encuentra motivos para hacerlo a medida que hace un racconto de su vida, la que encuentra limitada a haber sido la amante por más de veinte años de un hombre casado, quien lo único que le dejó es un perro del cual no se despega. A medida que Ana María desaparece surge nuevamente el niño, que sigue jugando y observando, dando lugar a Nelly, una mujer rudimentaria, áspera, que intenta seguir adelante luego del fallecimiento del marido que le tocó en suerte. Tiene tres hijos quienes, esta segura, nunca llegarán hacer nada bueno en su vida.  La energía sube de la mano de una bailarina de música tropical, feliz por haber abandonado la villa de emergencia y haberse mudado al "monoblok", al tiempo que cuenta que está muy preocupada porque su hija adolescente, ya con dos hijos, tiene deseos de independizarse. 




Todo lo que cuentan y muestran los tres personajes es terrible y, sin embargo, el público se ríe a carcajadas. Geretto deja en carne viva a las tres mujeres y muestra su soledad, su costado mas patético, la vulnerabilidad del mas humilde, y un sinnúmero de miserias humanas, pero lo hace con la maestría de un artista que mediante la exageración y el dominio del cuerpo convierte algo profundamente dramático en delirio cómico.

Aún así, una vez que termina la función, uno queda con la sensación de que hay un estilo de mujer que la obra no aborda. Una esfera sociocultural en la que el autor-intérprete prefiere no adentrarse. Quizá esto sea porque encontró en realidades mas elementales material para crear el grotesco que hace reír al público; o quizá tenga en su arcón lleno de personajes aquel estilo de mujer que, con sus miserias y grandezas, espera a la próxima reposición para salir a la luz. Tal vez Geretto, mediante esa sensación que nos deja, nos está invitando a volver.




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